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Carlos Letterer

¿Quién soy?


         Lo que vais a leer no es un currículo personal y profesional de mis logros, aunque el hecho de estar escribiendo esto ya lo considero como tal, porque me permite llegar hasta vosotros. Es un relato, a corazón abierto, de lo que ha sido mi vida, reservando para mí, si os parece bien, determinados detalles que prefiero omitir.

         En mi página de autor de Amazon pone lo siguiente:


«Tengo la suerte de tener la vida que siempre soñé: unos hijos que, incluso siendo tan diferentes, me llenan de orgullo, y una mujer a mi lado que es el mejor regalo que podría haber soñado.

         Aunque me encanta leer un buen libro recostado en mi sillón favorito, y si es con un fondo de música clásica aún mejor, jamás pensé en escribir: en ser escritor.

       Pero, a veces, la vida te da golpes, que, aunque en ese momento no lo sepas ver, te reconducen por otros caminos que jamás hubieras imaginado.

         Y eso, lo que en su día fue un recurso para huir del vacío que sentía, con el tiempo se ha convertido en pasión.

         Por eso, tal y como te decía al principio, «tengo la vida que siempre soñé»: la que esperaba que me hiciera feliz, aunque jamás supuse que sería la escritura la que me ayudaría a llegar hasta ella.

        Lo que más deseo es que esa felicidad que siento al escribir mis novelas, también os llegue a vosotros al acabar de leer alguna de ellas.

        Y si no lo consigo, disculpadme: seguiré aprendiendo para intentar lograrlo.

         Muchísimas gracias por dejar que mis historias os acompañen.

         Carlos».



Eso es una verdad absoluta y me enorgullezco de ello, pero no siempre fue así.

Nací en Barcelona hace sesenta y cinco años, concretamente el día ocho de noviembre, al igual que el personaje que me dio cierta visibilidad en el mundo de la escritura: Sandra de la Rosa.


Residí en Catalunya hasta los treinta y cuatro años. A pesar de vivir lejos, siempre me enorgulleceré de ser catalán de nacimiento, al igual que cualquier vasco, andaluz o madrileño lo hace con su tierra. Pero, tras un destructivo matrimonio que duró cuatro años, me trasladé a la Comunidad Valenciana, mi tierra de adopción. Hoy me enorgullezco de ser tan valenciano como catalán.


El motivo de ese cambio de residencia, como os habrá pasado a muchos de vosotros, tuvo que ver con el corazón: conocí a la mujer de mi vida. O eso pensaba, ilusionado, enamorado… Sin embargo, tres años después me lo destrozó, hasta tal punto que me hizo reflexionar sobre si merecía la pena vivir sin ella.


Siempre he sido una persona positiva, y si hoy os estoy escribiendo esta sincera biografía es gracias a esa excepcional virtud, porque decidí que no me iba a dejar derrotar por las circunstancias y que era capaz de conseguir lo que me propusiera. Me quedé solo, en una ciudad que no era la mía sino la suya, no tenía amigos ni familia y recién comenzaba en un nuevo trabajo. Me volqué en él, lo utilicé como terapia para olvidar los problemas y resultó un éxito, personal y profesional.


Por suerte, tuve el mejor regalo al conocer a Marga, la persona más maravillosa de mi vida. Nada más verla sentí algo especial, esa sensación que no entiende quien no la ha vivido: el flechazo. Apenas cinco minutos después de conocerla ya supe que estaba enamorado de ella. Fue quien cambió mi vida.


De eso hace veintiséis años y apenas recuerdo alguna discusión más allá de mínimas discrepancias. Pero el mérito no es mío, sino de ella: por entenderme y dejarme, al igual que yo, libertad para respirar. Nos queremos y nos respetamos, nos apoyamos el uno al otro en todo, nos queremos sin fisuras y nos complementamos a la perfección.

Me casé con ella hace 22 años, y tenemos dos maravillosas hijas: Patricia y Mónica.


Durante ese tiempo, abrí una inmobiliaria, una tienda de chucherías, y dirigí un establecimiento de hostelería, todo de forma simultánea. También utilicé mis contactos en la agencia para comprar pequeños solares y promoví tres bloques de casas adosadas. Todo fue bien hasta que llegó la crisis del ladrillo. Entonces, el castillo de naipes se cayó.

De repente, tenía todo el tiempo del mundo para aburrirme. Jugar al golf llenaba parte de mi espacio, pero tenía demasiadas horas libres y comencé a escribir como forma de evasión. Aquellos primeros relatos, escritos por dedos inexpertos, hoy me ayudan a entender las leyes de Darwin: la teoría de la evolución. Eran muy malos, y pensé que necesitaba mejorar demasiado hasta poder sentirme orgulloso de lo que escribía.


Dejé la escritura y, para cubrir mi aburrimiento, inventé y patenté un artículo relacionado con el mundo del golf. Estaba muy ilusionado, pero pronto me di cuenta de que, para hacerlo funcionar como negocio, necesitaba invertir dinero, algo que no tenía. Aparqué el proyecto.


Volví a la escritura, pero... ¿Qué podía escribir?

¡Estaba claro!: al igual que a todos vosotros me gusta el sexo. Eso me llevó a redactar una novela erótica. Sigue ahí, guardada en un cajón de mi despacho. No era lo que esperaba, pero no me desanimé, tampoco tenía otras opciones. No obstante, en ese fracaso hubo algo positivo: me ayudó a darme cuenta de que tocaba el cielo cuando me sentaba frente a mi ordenador. Escribí una segunda, que ya publiqué. Como es normal, no tuvo el éxito que esperaba y fue una nueva decepción.


Y aquí quiero hacer un inciso. Estoy convencido de que las tres claves del éxito son: el deseo, la fe y la perseverancia. El primero lo tengo; también creo en mi capacidad para adaptarme y aprender, y tengo mucha perseverancia cuando algo me interesa. Y escribir me gusta…, entonces, «¿por qué no seguir adelante?», me pregunté.


Os diré que no creo en los milagros, pero no sería fiel a lo que ha sido mi vida sin mencionar a la persona, en este caso personaje, que me ha ayudado a llegar hasta vosotros: ese milagro en el que yo no creía.


En mi cabeza surgió la idea de una inspectora de policía, Sandra de la Rosa, nacida del concepto que tengo de la fuerza de la mujer. Si los varones somos sinceros con nosotros mismos, nos daremos cuenta de que en muchas más cosas de las que pensamos ellas son más fuertes y capaces que nosotros. Si las respetas y las valoras, al igual que yo, estoy seguro de que me entiendes. Si no es así, doy por sentado que tienes un problema. Sé que es socialmente inadecuado manifestar esa idea, en especial para determinados grupos de individuos que se consideran superiores por el mero hecho de que les cuelgue algo entre las piernas, pero así lo creo, y así lo expreso. Esa es la magia de la escritura: la libertad de abrir tus pensamientos con total libertad.


Con esa idea concebí a la inspectora Sandra de la Rosa, y decidí que naciera, al igual que yo, el día ocho de noviembre. Parece demasiado joven para dirigir un equipo de policías experimentados, muy preparados, y seleccionados según sus instrucciones: los mejores elementos del Departamento de Policía. Pero lo hace con mano de hierro.

Sandra se ha preparado a conciencia para hacer, de la mejor manera posible, el trabajo que ha decidido realizar, incluso contra la opinión de sus padres. Es una mujer muy segura de sí misma, sobradamente preparada, y capaz de enfrentarse a la gente más peligrosa del mundo: a los asesinos en serie, a los psicópatas. Trabaja, junto a sus hombres, en los casos más crueles y complicados que surgen en nuestra sociedad.


Ella es, para mí, la verdadera protagonista de mi biografía, porque sin Sandra, sin su ejemplo de tesón y perseverancia, yo seguiría escribiendo por placer y no estaríais leyendo esta singular biografía. Es cierto que sería muy feliz haciéndolo, pero la inspectora me ha ayudado a llegar hasta vosotros, y eso siempre se lo tendré que agradecer.

Para un escritor —hoy en día me considero como tal, a pesar de las carencias que reconozco tener, pero que intento mejorar—, no hay nada más gratificante que saber que estáis ahí.


Junto con ella, sois los verdaderos protagonistas de mis libros. Si vosotros no estuvierais, tal vez Sandra de la Rosa hubiera dejado de existir, incluso en mi imaginación.

Y por eso os quiero transmitir mi agradecimiento. Tal como os he relatado, mi existencia fue una montaña rusa hasta que conocí a Marga. Ella fue el bálsamo que calmó mi vida para regalarme la felicidad, pero sois vosotros los que la complementáis al seguir mis novelas.


Gracias por leerme y por estar ahí cuando os necesito: eso es lo que hacen los buenos amigos.

De todo corazón,

Carlos

PD: hoy, por mi edad y gracias a mi experiencia personal, sé que se puede sacar algo positivo de cualquier problema que se presente, pero hay que levantarse de nuevo para seguir adelante. Y, sobre todo, a los que soñéis con ser escritores, deciros que se puede conseguir, pero recordad: deseo, fe y perseverancia.

        Ojalá lo consigáis

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